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Recuerdo en mis años mozos, el haber conocido mucha gente de diversas formas de pensar.

Cuando estaba en la secundaria y participaba en diferentes actividades, nos gustaba ir a la biblioteca a platicar con una maestra jubilada que nos hacía viajar a diferentes partes al contarnos sus anécdotas de viajes.
Tomábamos un libro de Europa y ella nos iba contando las peripecias sufridas durante su viaje al viejo continente. Nos encantábamos imaginando estar allí en esos momentos y disfrutábamos mucho su compañía. Era fascinante estar inmersos, aunque fuese tan sólo por instantes, de la aventura del viaje.
Ella también nos enseñó a amar los libros, a cuidarlos y valorarlos.
Por eso decimos que cada persona que llegamos a conocer te deja una huella en el pensamiento y en el alma;por modesta que sea su aportación a tu vida.

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